Al conmemorar los 40 años del 23-F se resaltó que habían transcurrido «más de 14.600 días», pero tardaron en concretar el día de la semana en el que había sucedido. Si tenemos en cuenta de que habían transcurrido 14.610 días (40 · 365 mas 10, por los años bisiestos en ese periodo), se puede calcular fácilmente el día semanal. Como ese día en éste año 2021 fue martes y 14.610 ≣ 1 (mod 7), en 1981 fue un lunes. Ese pequeño cálculo de aritmética modular con base 7 nos permite que podamos conocer el día de la semana en el que hemos nacido. Basta con calcular el número de días desde la fecha de nacimiento al del cumpleaños de este año (contando también los 29 de febrero que hubo en ese período), hallar el resto de dividir por 7 ese número de días y restárselo al día semanal de este año, en la forma “módulo 7”. Vamos, contar el día semanal -3 desde un viernes nos da martes, de sexta-feira retrocedemos a terça-feira.
«La semana es el único ritmo principal de la actividad humana que es totalmente independiente de la naturaleza y se basa sólo en la regularidad matemática. Su invención fue uno de los primeros intentos humanos por romper los ritmos de la naturaleza y crear un mundo artificial propio. Puede verse como una de las mayores hazañas de la historia de la civilización humana.» [Eviatar Zerubavel The Seven Day Circle. The History and Meaning of the Week (1985) The University of Chicago Press]
Este instrumento de regulación temporal, prácticamente universal, ha construido referencias ligadas al cálculo aritmético “circular” que incluye la sucesión de los nombres de los días de la semana.

La secuencia de los días de la semana surge de la ordenación de los siete planasthai “los errantes cuerpos celestes” que aparentemente orbitan en torno a la Tierra. El ciclo de siete días que aportó la cultura judía (seguramente aprendido en Babilonia) se ajustaba mejor al ritmo de los mercados que otros, como el de nueve días. En el Almagesto, escrito por el «primer cartógrafo moderno del mundo» Claudio Ptolomeo (90-170), se muestra la Tierra estable en el centro del cosmos «mientras que a su alrededor giraban diariamente –en orden de proximidad– la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno.» En los siglos I y II de nuestra era se divide el día en 24 horas, cada hora dedicada a uno de los “planetas”, llevando el día el nombre del planeta que correspondiese a la primera hora. De ahí se derivó la sucesión de nombres de los días de la semana. En efecto la lista de 24 horas recorre los siete nombres tres veces y, puesto que 24 ≣ 3 (mod 7), con tres pasos más se obtiene el planeta que rige la primera hora del día siguiente, que le dará su nombre semanal. Así, saltando de tres en tres, tenemos esos nombres tan familiares que al obispo Martiño de Dumio nada le gustaban por ser de dioses paganos, aunque, como escribió Mendez Ferrín «non se decata, infeliz, de que el leva, como Martinus, o mesmo nome de Marte que o día Martes.» Pero le hicieron caso los portugueses, que nombran los días semanales como “feiras” numeradas y así llaman Sexta-feira Santa al Viernes Santo; también, en la versión portuguesa de la novela de Daniel Defoe, Robinson Crusoé, el personaje Viernes aparece como «meu amigo Sexta-Feira.» El término sábado procede de la tradición judía del sabbath (que deriva del verbo sh-b-th, “cesar el trabajo”), mientras domingo procede de dies dominica, día del Señor, la traducción de kyriaké en el Apocalipsis (1.10: “Caí en éxtasis el día del Señor…”). La introducción oficial de la semana (en latín, septimāna) se debe al emperador Constantino, ya en el siglo IV, como también la adopción del descanso en domingo, abandonando el sábado (360 a. D). Tanto el cristianismo, el hinduismo como el islam, contribuyeron a la expansión mundial de este artefacto cultural.